Links con otros Blogs relacionados.

Posted by Reyes On martes, 28 de octubre de 2008 4 comentarios
Estoy ahora intentando contactar con otros creadores de Blogs relacionados con el T.O.C.
A ver si, con un poquito de suerte, consigo poder ofrecer una información más completa de esta enfermedad con links de otros Blogs que puedan seros de ayuda.

Reyes.
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El otro cielo.

Posted by Reyes On domingo, 26 de octubre de 2008 0 comentarios


Igual que abrimos la boca cuando llevamos la vista hacia arriba, (es un acto reflejo), de la misma manera el cielo es siempre el objeto de nuestra mirada cuando ansiamos o esperamos algo, cuando tenemos un propósito o estamos vislumbrando un sueño.
Yo hoy no miré hacia ese espacio abierto y azul, sino a los ojos del mismo color pero mucho más abiertos que el cielo, de una chica que, con tan sólo 18 años, ya ha vivido experiencias que nunca nadie deberíamos descubrir que existen. Ella lo sabe y es por eso que ha comenzado a luchar.
Es difícil, muchísimo, pero va a superar sus problemas porque ella mira al cielo y yo, a sus ojos que me dicen:-" voy a descubrir qué bello puede ser vivir-"

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Mi dirección de correo electrónico.

Posted by Reyes On sábado, 18 de octubre de 2008 6 comentarios
Esta es mi dirección de correo electrónico: reyescmcm@gmail.com Aquí os la dejo para que la utiliceis si necesitais consultarme cualquier cosa. Os ayudaré en todo lo que pueda.

- Atentamente,

Reyes Corbató.
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Cómo es mi vida actualmente.

Posted by Reyes On 5 comentarios


El Trastorno Obsesivo Compulsivo todavía no tiene cura a día de hoy, así que supongo, que continuo dándole a determinadas cosas, una importancia mayor de la que realmente tienen.
Por ejemplo, cuido mucho mi higiene personal e intento mantener mi habitación limpia y también, ordenada. Suelo dejar las cosas que acostumbro a ver diariamente, siempre en el mismo lugar, ( y si no están allí, las coloco expresamente).

Sin embargo, ambos aspectos, la limpieza y el orden, aunque son temas que cuido, ya no me obsesionan. Y todos aquellos pensamientos, ideas y "sentimientos"que me atormentaban en el pasado, han desaparecido por completo. ( Alguna vez, sí he notado como en una situación muy concreta, alguno parecía que intentaba "colarse" de nuevo, pero, en seguida, he podido reconocerlo y por tanto, ignorarlo, ganándole la batalla).

Personalmente, fui tratada en el aspecto farmacoterapéutico, con Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina, ( ISRS), (concretamente con fluoxetina), antidepresivos y ansiolíticos y seguí la terapia cognitivo-conductual de la que os hablaba en el apartado anterior.
Además, me recetaron medicación específica para tratar la Insuficiencia Cerebro-Vascular que también padecía y que agravaba la neurosis obsesiva.

En la actualidad, continuo tomando fármacos para controlar tanto el Síndrome Obsesivo como la Insuficiencia Cerebro-Vascular y evitar posibles recaídas, sin embargo, de verdad, llevo una vida completamente normal y soy muy, muy feliz.
( Finalicé, hace dos años, el módulo de Técnico Superior en Farmacia con sobresaliente. También estudié inglés y ofimática y alcancé un nivel avanzado en ambas materias).
Actualmente, trabajo en el negocio familiar como una empleada más, salgo con mis amigos los fines de semana, realizo viajes y disfruto de mi tiempo libre pudiendo hacer absolutamente todo lo que deseo.
Me veo a mí misma en un futuro, formando mi propia familia, con mi pareja y mis hijos, afrontando la vida con ilusión y esa madurez que aporta la experiencia.

Es por todo esto por lo que deseo pediros que lucheis y que no os deis por vencidos en ningún momento. El camino es a veces, largo y siempre, muy duro pero merece la pena soportarlo porque bien llevado, el final es positivo.

-¡ Muchísimo ánimo!

Reyes.

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Tratamiento del Trastorno Obsesivo Compulsivo.

Posted by Reyes On 10 comentarios


Cuando las obsesiones y/o las compulsiones se convierten en molestas e interfieren de manera significativa en la vida de la personas que padecen un Trastorno Obsesivo Compulsivo, hay que buscar ayuda médica.
El tratamiento que requiere una neurosis obsesiva tiene que ser determinado siempre por el profesional que previamente ha diagnosticado que existe este trastorno, ( un psiquiatra o un psicólogo clínico).
Algunos de los síntomas característicos de un Síndrome Obsesivo, pueden confundirse con los que producen otras psicopatías, como por ejemplo, el Síndrome de Tourette.

- Farmacoterapia, ( psiquiatría): Estudios clínicos han demostrado que medicamentos que afectan al neurotransmisor serotonina, pueden reducir significativamente, los síntomas del TOC,( Transtorno Obsesivo Compulsivo). El primer psicofármaco aprobado para tratar la neurosis obsesiva fue el antidepresivo tricíclico clomipramina, ( Anafranil).

Sin embargo, los psicofármacos utilizados hoy en día son los llamados de segunda generación, los Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina, ( ISRS). Algunos de ellos son: fluoxetina, (Ludiomil, Prozac), fluvoxamina, (Luvox) y paroxetina, ( Neurotrox, Seroxat).
Otro que se ha estudiado en pruebas clínicas controladas, es sertralina, ( Besitrán, Zoloft).
Numerosos estudios han demostrado que estos medicamentos favorecen a casi el 80 por ciento de los pacientes. Si un ISRS no da la respuesta esperada o produce efectos secundarios no recomendables, se sustituiría por otro ISRS.

La medicación es NECESARIA para disminuir y controlar los síntomas del TOC y el abandono del medicamento, suele conllevar a la recaída. La mayoría de los pacientes con TOC tendrán que medicarse siempre, aunque sea en una dosis menor.

-Terapia cognitivo-conductual: Una terapia psicológica que acompañe a la toma de fármacos se convierte en indispensable para tratar un Trastorno Obsesivo Compulsivo.
La terapia EPR, ( Exposición y Prevención de Respuesta), es la recomendada por su contrastado éxito. El paciente se enfrenta con la ayuda de un profesional, ( un psicólogo clínico), a la idea u objeto temido, ( su obsesión), evitando realizar sus rituales, ( las compulsiones).

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Final del relato

Posted by Reyes On lunes, 13 de octubre de 2008 75 comentarios


Pasados estos tres angustiosísimos años de tratamiento sin resultado, mi familia encontró finalmente, una clínica situada en el norte de España donde, según les habían comentado, se encontraba uno de los mejores, ( sino el mejor), médico neuropsiquiatra del país. Aunque sin ninguna esperanza, viajamos hasta allí buscando un nuevo diagnóstico o un tratamiento alternativo...
Sin embargo, para asombro, perplejidad pero sobre todo, incredulidad de mis padres e igualmente míos, el doctor que se encontraba al otro lado de la mesa, pronunció las palabras más increíbles e inesperadas que jamás he vuelto a escuchar en toda mi vida:
“- ¿ Cuántos días me dais para que la ponga buena?-”

Concretamente, hicieron falta 36. Ese fue el cortísimo intervalo de tiempo que necesitó la persona “más especial del mundo para mí”, en devolverme al estado de salud mental, y también físico, que con tantísima fuerza había ansiado durante años y del que ya me había despedido con la resignación que sigue a la impotencia. ( Había asumido y aceptado la realidad, sin esperanzas, estaba convencida de que las cosas no iban a cambiar, pero, cuando se volvieron positivas, me aferré a las nuevas perspectivas de futuro que anunciaban con toda mi ilusión, y aún más, por cuanto valoraba aquello que ya había considerado tener perdido)...
Fui tratada específicamente para el Trastorno Obsesivo Compulsivo: me retiraron la medicación que estaba tomando hasta ese momento y la sustituyeron por una nueva que incluía: tranquilizantes, ansiolíticos y antidepresivos. Sin embargo, la eficacia del tratamiento se alcanzó insustituiblemente, gracias a la realización acompañada de un escáner cerebral para evaluar el estado de mi cerebro.
De este modo, pudimos descubrir que tenía falta de riego sanguíneo. Una insuficiencia cerebro-vascular que agravaba considerablemente el Síndrome Obsesivo Compulsivo que padecía.
Es muy curioso pero hasta ese momento, ningún otro médico había sugerido la posibilidad de que existiera algún problema en el cerebro ni por tanto, se había planteado la eventualidad de realizar un escáner cerebral para descartar viables problemas de riego que acrecentaran la neurosis obsesiva ya diagnosticada.
Sin embargo, una vez descubierto el problema complementario a mi afección, en esta clínica me administraron, además, fármacos para facilitar la llegada de la sangre, ( y por lo tanto, también del oxígeno), a mi cerebro, garantizando el éxito de la recuperación.

Han pasado ocho años desde entonces. Se puede decir que he superado mi enfermedad en un 90 por ciento. En la actualidad, continuo tomando medicación para evitar posibles recaídas, sin embargo, mi estado de salud físico y mental es todo un éxito, un milagro y el mejor de los regalos que valoro y del que disfruto como más, probablemente, sea imposible.
Como dicen, cada persona es un mundo. Así también cada caso es especial y único, de características determinadas y concretas; sin embargo, hoy escribo este abreviado relato de mi experiencia personal con la enfermedad psicológica, el Trastorno Obsesivo Compulsivo, con la esperanza de poder ayudar a aquellas personas que se encuentran sufriendo en estos momentos, víctimas de complejos mundos interiores provocados por esas afecciones psicológicas para muchos desconocidas, que tanto dolor y desánimo producen en quienes las padecen pero también, en su entorno más cercano.

Al comienzo de redactar este relato, reconozco que sentía un poquito de miedo, un tímido temor a poder ser considerada como una persona enferma, no cuerda, psicológicamente inestable, alguien de quien debes alejarte porque su influencia no puede ser buena; la eterna portadora de la etiqueta de desequilibrada o loca...
No obstante, peor o mejor considerada, me veía en la obligación, por otro lado, voluntaria y deseada, de dar a conocer mi experiencia personal con esta enfermedad psicológica en concreto, con la esperanza de poder ofrecer un haz de luz a todas aquellas personas que en estos momentos, pueden verse en cierto modo, reflejadas en aquello que yo fui, y que pueden dar ese paso hacia un estadio del que yo me encuentro disfrutando, si se afierran a la vida y a las múltiples posibilidades de curación, que a veces escondidas, les aguardan en algún lugar que sólo puede hallarse, si se deja a un lado la desesperación, el desánimo pero sobre todo, la resignación.

Este breve relato, me gustaría destinarlo a todos aquellos que, por unas causas psicológicas, ( también físicas), u otras, no son capaces de ver más allá del muro que se levanta frente a ellos y se consumen en el conformismo desafortunado de las escasas y negativas expectativas que éste les ofrece.
Desearía pedirles, por favor, que confíen en que, tras ese muro, el mundo les invita a vivir bajo la atenta mirada de quienes ansían e incluso, confían en que volverán a verles sonreír.
Y que no se den jamás por vencidos, como me dijo en una ocasión un buen amigo: “- la vida de nadie merece una pena-”.
Les gritaría asimismo, que luchen por lo más valioso que tienen con todas sus fuerzas, que no abandonen y que conserven su buen ánimo no dejándose caer en una actitud derrotista. Si bien querer no es siempre poder, al menos, seguramente sea la vía más fiable para conseguir nuestros objetivos y nuestros propósitos.

Esperando muy sinceramente, poder ayudar, desde mi experiencia humilde y en la medida de lo posible, a todos cuantos leéis estas líneas, se despide con toda ilusión y confianza en vosotros, quién seguramente no os conoce pero, que sin ninguna duda, os desea la mejor:

Reyes.

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Continuación

Posted by Reyes On 17 comentarios


Pero tras la experiencia de la excursión de final de curso, comenzaron a aparecer nuevos temores, pensamientos e ideas ilógicos así como complejas paranoias. Mi mente, obsesionada con la Religión y con los acontecimientos trágicos de que tenía conciencia, empezó a establecer una relación directa entre mis actuaciones y una consecuencia negativa derivada de éstas: hacer una cosa en concreto u otra, desencadenaba una determinada y precisa tragedia.
Confusas asociaciones entre acciones y efectos, empezaron a angustiarme e incrédula, luchaba sin éxito, por entender una situación que difería mucho de la realidad que me rodeaba.
Actividades tan cotidianas como elegir la ropa para vestirme cada día, hacer los deberes, encender la televisión y fijar una programación; arreglar la habitación o prepararme la mochila del colegio, por ejemplo, suponían dificultosos retos para mí pues imaginaba un resultado perjudicial deviniendo de la realización de los mismos.
A caballo entre un universo fantástico y la realidad establecida, y cercada por una enfermedad que restringía no sólo mis voluntades sino también algunas de las actividades humanas más básicas, fueron sucediéndose los años.
Ya no gesticulaba una sonrisa, había perdido la capacidad física para hacerlo y sólo lloraba, lloraba desconsolada por las terribles ideas y peores pensamientos que invadían mi mente enferma.
El Trastorno Obsesivo Compulsivo se había apoderado de mí y dejé de ser dueña de mi propia conciencia.

Ideas, pensamientos y, lo que yo creía que eran sentimientos, negativos, ( contrarios a los míos verdaderos), comenzaron a dominar mi mente.
No me pertenecían y eran consecuencia de la enfermedad psicológica que padecía. Sin embargo, yo no podía saberlo y creí haberme convertido, de la noche al día, en una mala persona...
Ya no sólo imaginaba efectos fatídicos sobreviniendo de la consecución de determinados actos, sino también, terribles insultos contra los seres que más quería, ( familia, amigos, incluso Dios y otras figuras religiosas), así como, lo que yo consideraba que eran entonces, sentimientos de alegría derivados de todas aquellas desgracias que sucedían a mi alrededor o escuchaba en las noticias.
“- ¿Pero qué me estaba pasando?-” No comprendía nada. Aterrada por unos sentimientos de culpabilidad increíblemente espantosos, caí en una profunda depresión de más de tres años.
Fui tratada por diferentes especialistas en psicología y psiquiatría de toda España sin embargo, parecía que no existía una cura definitiva y eficaz para mi afección.
Físicamente, me encontraba en un estado de debilidad extremo debido a la pérdida de peso ocasionada por la depresión y la ansiedad que sufría, ( apenas contaba con 37 kilos y medía un metro y cincuenta y cinco centímetros), y a los numerosos efectos secundarios de la abusiva medicación que tomaba.

Recuerdo aquellos tres años de tratamiento, como los peores de toda mi vida.
Pasaba literalmente, los días llorando acosada por aquellos espeluznantes, involuntarios y persistentes pensamientos e ideas que me atormentaban, apenas dormía amenazada por terribles pesadillas que me consumían y, desesperada, sentía que no reunía fuerzas suficientes como para continuar luchando contra la indescriptible tortura, principalmente psicológica, que suponía permanecer viva.
“- Es una enfermedad-”, me decían, “- tú no tienes la culpa de padecerla, ni mandas sobre tus pensamientos, son agentes intrusivos que pretenden hacerte daño en contra de tus verdaderos sentimientos-”.“-¡ Dios mío! ¿Qué quería decir todo aquello?-”

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Fue aproximadamente a la edad de los ocho años cuando comencé a desarrollar el Trastorno Obsesivo Compulsivo.
Estudiaba en un colegio católico y la Religión se convirtió en un asunto perturbador para mí desde muy pequeña.
(Recuerdo que rezaba al levantarme por las mañanas, también antes de cada comida, bendiciendo los alimentos, y al acostarme).

Sin embargo, mi infancia transcurrió, creo, como la de la mayoría de niños de mi misma edad hasta que irremediablemente aconteció en mi vida el primer suceso trágico: la muerte de un ser muy querido.
A partir de entonces todo cambió. (No comprendía qué había pasado exactamente ni tampoco sabía dónde se encontraba ahora aquella persona amada).
La conciencia de la muerte se convirtió en una verdadera obsesión para mí. Tenía entonces diez años. Y aquí empezó mi pesadilla, el impulso de mi enfermedad psicológica: el Síndrome Obsesivo Compulsivo
.
(Se puede manifestar de formas muy distintas en cada persona que lo padece, sin embargo, el mecanismo de éste es siempre el mismo.
El enfermo siente una vulnerabilidad o debilidad exageradas frente a uno o, en ocasiones, varios aspectos en concreto que, poco a poco, va transformando en el objeto u objetos de su obsesión.
El obsesivo compulsivo se obceca en ellos, convirtiéndolos en pensamientos e ideas que va introduciendo de forma involuntaria y repetitiva en su mente.
Estos pensamientos e ideas son, en todos los casos, muy molestos y recurrentes en la persona que padece este complejo trastorno psicológico. Habitualmente, producen un fuerte estado de ansiedad e incluso pueden degenerar en agudas depresiones).

La Religión en general, las dudas y preguntas que se me planteaban en torno a la muerte, el conocimiento de nuevos y, hasta el momento, ignorados problemas que afectaban al mundo y a las personas que vivíamos en él fueron, básicamente, mis particulares objetos de obsesión.

Pasó el tiempo y entré en la adolescencia.
Recuerdo que llegaba a casa después del colegio, cogía mis libros y los llevaba a la habitación de estudio. Antes de hacer los deberes, cuando estaba todo dispuesto, corría a mi dormitorio, cerraba la puerta y comenzaba a rezar...
Sabía que lo que hacía no era normal pero todas las tardes sentía esa necesidad de ir a rezar a mi cuarto para que no sucedieran cosas malas, para intentar evitarlas...Era como una obligación que me pertenecía y si algún día no cumplía con ella, me sentía fatal.
Este era mi mayor problema, sin embargo, tenía alguno más. Por ejemplo, esa obsesión por lavarme las manos en todo momento. Nunca creía estar completamente limpia, notaba suciedad y sentía un enorme alivio cuando, al fin, podía enjabonarlas.
De este modo fui creciendo hasta alcanzar los trece años. Era el último curso en el colegio y, como era costumbre, se organizó una excursión para celebrarlo: viajaríamos a Barcelona.
Era estupendo y me hacía muchísima ilusión. No había nada malo en ello...
(Sin embargo, mi mente, que había comenzado a enfermar hacía ya algún tiempo, asoció la feliz idea de realizar un viaje con la desagradable posibilidad de que se produjera un acontecimiento trágico en el caso de materializar aquella ilusión: si viajaba a Barcelona, a mi madre le sucedería algo malo).

Ya no podía permanecer más en silencio. El secreto celosamente guardado de mi actitud en la intimidad, tenía que descubrirse pues se me planteaba un problema para el que sabía que no conseguiría encontrar solución en mi soledad.
Desafiando a los por mí considerados, permisibles rechazos y burlas de quienes me rodeaban, decidí salir de mi retraimiento y contarle a mi familia y amigos más cercanos, mi temor hacia una posible desgracia acechando a mi madre en el caso de realizar el ansiado viaje de final de curso. En contra de lo esperado, todas las personas a quienes confesé mi escondida angustia, se mostraron receptivas y comprensivas hacia mí, mis miedos y mis dudas. Me convencieron para ir a Barcelona, haciéndome ver que todos aquellos pensamientos e ideas que me atormentaban, carecían de lógica y no tenían fundamento posible al que atenerse.Ya con la conciencia tranquila realicé, finalmente, el viaje a la ciudad condal.

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